YA NO PUEDO HUIR
Miro en el espejo y veo algo que no soy yo. Ahí, delante de mí, sólo hay un saco de piel y huesos que se resquebraja poco a poco. Una presencia tortuosa que me sigue y acompaña hasta el lugar más remoto donde intente esconderme. Huyo a la mayor velocidad que me permiten mis piernas, hasta que ya no me queda aliento y freno, pero al mirar atrás, ahí sigue, esperándome, caminando conmigo y mis demonios. Ya no puedo huir más. Ya no tengo la fuerza ni las ganas suficientes para salir corriendo e irme lejos. Muy lejos. Decido hablar con ello, plantarle cara a lo que sea que me persigue. Saber qué se esconde entre esa oscuridad que tanto temo. Al indagar y buscar, con preguntas sin respuesta, o contradicciones de apenas tres palabras, me abalanzo sobre esas sombras para descubrir qué se esconde detrás. Entonces, me encuentro de nuevo frente al espejo y ese reflejo. Esa maldita imagen que revela el cristal, ahora roto en pedazos. Algunos pedazos continúan en su lugar, apenas se apre